domingo, 24 de marzo de 2013

Me hallo ante un gran paisaje blanco, un extenso páramo helado en el que la vida es imposible, el aire  mueve lentamente mi alma hacia delante, dejando tras de sí una estela de soledad, tristeza y desgracia. Me giro hacia atrás, observo el camino que jamás podré volver a caminar, sabiendo que si lo hago me encontraré con la cruel realidad, esa realidad en que fui tan idiota para no saber decidirme, esa realidad que me es ahora inalcanzable ya que no podrás estar a mi lado. Ahora mi siguiente parada se halla en el gélido corazón de este mundo invernal, en el cual me acogeré a la fatídica mano del destino, sin esperar nada del presente, pasado y futuro.

Miro mis manos, en ellas están grabadas las palabras "Cobarde" y "Mentiroso", cierro los puños con fuerza, esperando así poder destruir un vestigio de mi pasado que desearía no poder recordar. Mis ojos se nublan, de ellos brotan  lágrimas de arrepentimiento que, mientras caen a la nieve, lentamente se convierten en perlas de hielo, se fragmentan y esparcen por el mundo gracias a un viento llamado "Esperanza".

Lentamente me hundo en las congeladas aguas, encerrándome en una cárcel de hielo esperando encontrar un aislamiento perpetuo sabiendo que nadie vendrá a rescatarme, a sacarme de mi infinita desdicha y soledad. Ante mis ojos, el fondo del mar me obsequia con la imagen de un mundo vacío, yermo, burlándose de mi y mostrándome lo que me espera el resto de mi etérea existencia.
Y como un alma errante, comienzo mi largo camino por un mar de desgracia y amargura, en un eterno ciclo de desazones.
Mi alma, inmortal, regresará a este mundo para volver a sufrir la vida solitaria y apesadumbrada de un ser no correspondido, olvidado, vacío...