miércoles, 17 de abril de 2013

Amargos recuerdos...


Mientras espero a que mi alma desaparezca de este mundo, el agua cristalina del mar refleja una escena que cualquier ser humano odiaría volver a ver en su vida: la muerte de un ser querido.
Una imagen mía cuando era un niño, al lado de la cama de mi abuela, viendo su exánime cuerpo. Ella era todo un mundo para mí, alguien que me enseñó más de lo que mis padres pudieron enseñarme, pero nunca se lo pude agradecer lo suficiente. Siempre pensaba que al día siguiente la volvería a ver, hasta que llegó ese fatídico día en que recibió la llamada de la muerte y yo, ajeno a todo lo que ocurría, esperaba a que llegara la mañana siguiente para volver a jugar con ella. Al llegar a su casa, mi familia estaba apesadumbrada, había un ambiente apagado, triste, sin vida... Entré en su habitáculo y la encontré, pálida como la nieve, tumbada en su cama, inmóvil, inerte... Mi mente no comprendía la situación en que me encontraba, de mi boca sólo salían las palabras "Abuela, he venido a jugar contigo", "¿Abuela, hoy me enseñarás a hacer pan?", pero por más que insistía, mi abuela no se estremecía de su sitio y mi madre por detrás, me susurró: "Hijo, el alma de tu abuela ya no está entre nosotros". En ese momento comprendí todo y mis gritos de pena y amargura era lo único que se escuchaba en la casa...

Esa imagen vaga de nuevo por mi mente, destrozando los vestigios de mi corazón, reviviendo mis remordimientos, duplicando mi dolor...
En un golpe de desesperación, grito con tal fuerza que hasta el agua del mar vibra y borra esas imágenes de mi pasado, un pasado que no querría volver a vivir....

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